Para su cabal funcionamiento, las empresas requieren que sus stakeholders confíen en ella y estos a su vez ameritan que la empresa confíe en ellos, esto además de buenas relaciones incluye externalidades de tipo muy positivo para ambas partes. En todo caso, la aseveración aunque suene lógica, no siempre ocurre. Regularmente, la presencia de la búsqueda del beneficio de corto plazo puede resquebrajar la relación y afectar la confianza.
Las organizaciones son confiables cuando sus stakeholders tienen la certeza de que esta sabe lo que debe hacer y a eso se aboca:
- Por poseer la capacidad técnica y operativa para hacerlo
- Porque su marcha gira sobre los valores de la integridad y la honestidad
- Y por anteponer los intereses de las partes intervinientes sobre los propios.
Aun así, la confianza es frágil, no tiene garantía absoluta y puede afectarse por cualquier evento. Ni siquiera las regulaciones de tipo legal y el estricto apego a estas pueden impedir la vulnerabilidad del término. Esto sucede dada la subjetividad propia del concepto, es decir, la confianza es una expectativa, una esperanza o una creencia respecto del comportamiento de la otra parte, por tanto, cualquier acción u omisión que parezca contraria a dicha expectativa termina fortaleciendo o vulnerando la credibilidad y afectando la confianza ya sea en sentido positivo o en sentido negativo.
La importancia del objetivo estratégico de la organización
La dicotomía respecto de la concepción del objetivo principal de una organización denota el nivel de compromiso social que en su alta dirección es manejado, en este sentido encontramos:
- Quienes sustentan que lo principal es la maximización de la inversión del accionista
- Quienes consideran que lo primario es la maximización del valor social respecto de los stakeholders.
La confianza se logra con responsabilidad
La confianza supone la permanencia en el tiempo y la tenencia de ciertas actitudes en este transcurrir que desde el punto de vista de la otra parte sean reconocidas como correctas. Así entonces, la responsabilidad social corporativa más que una imagen o un modismo es un método de construcción de confianza.
Es la confianza el elemento clave que mantiene perfectamente unidos los integrantes del mecanismo y permite su cabal funcionamiento; su fomento en el ámbito organizacional:
- Permite el ahorro de recursos: propiamente de tiempo y de dinero. En un clima de desconfianza el único recurso es el exceso de controles, ello tergiversa el objetivo de la organización debido a que se desvía el actuar de importantes recursos en evitar que se materialicen riesgos.
- Favorece la innovación y la excelencia: al estar el equipo concentrado en sus objetivos se establece por norma un clima de excelencia en el cual cada quien hará sin menoscabo sus mejores aportes, se transmitirá el conocimiento y serán proyectados los resultados en términos de satisfacción para todos.
- Incrementa productividad y motivación: cada miembro dará lo mejor de sí. Al carecer de controles innecesarios, los miembros se sentirán partícipes del éxito global, con lo cual estarán cada vez más dispuestos a aportar sin temor, ello fortalece al grupo y lo empodera.
- Brinda seguridad, el elemento imprescindible para un entorno laboral satisfactorio.
Orientaciones alejadas del lucro como único fin, han permitido que un gran número de empresas hayan adoptado modelos de ética y de responsabilidad social, comprometiéndose con el entorno, el ambiente y la sociedad y en este sentido hayan aportado programas, acciones y planes perfectamente cuantificables como el desarrollo de estrategias comunicativas, planes de capacitación de efectos multiplicadores y modelos de seguimiento que han aportado interesantes cambios organizacionales que han resultado extensivos al entorno en muchos casos.
Así entonces, como elemento generador de confianza, la responsabilidad social corporativa se posiciona como un imperativo de tipo estratégico para las organizaciones dispuestas a permanecer y a evolucionar de manera segura.
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